segunda-feira, 28 de fevereiro de 2011

Cuando Gadafi me invitó al "socialismo islamico"

Notícia encontrada no site do IELA http://www.iela.ufsc.br/?page=noticia&id=1671
Por Heinz Dieterich - México

1. La oferta del Embajador

28.02.2011 - “Explíqueme lo que es el Socialismo del Siglo XXI” decía el embajador libio, un hombre preparado y culto, y después “le extiendo una invitación de mi gobierno”. Terminada la explicación se produjo el siguiente diálogo. “Le ofrezco que organice un congreso mundial sobre la sociedad postcapitalista y el Socialismo del Siglo XXI”, dijo. “¿En dónde sería?”, le pregunté. “Donde Usted quiera.” Y, “¿Cuántos fondos habría?” “Los fondos que sean necesarios.” “¿Quién escoge a los invitados?” “Usted”, respondió. Todo sonaba bien, pero como en la política, al igual que en los negocios, nada es gratis, inquirí: “¿Hay alguna condición para organizar ese congreso mundial?” “La única condición es que la discusión del Libro verde del ´Hermano líder de la Revolución´ (Gadafi) sea parte del Congreso.”

2. El Libro Verde

Me preguntó si conocía el Libro verde, que trata de la democracia directa-popular (Yamahiriya), de la superación capitalista por el “socialismo natural” o “ islámico” y de la “tercera teoría universal”. Le decía que lo había leído durante el movimiento estudiantil en Alemania, cuando se distribuía gratuitamente, imitándose la política del gobierno chino que repartía sin costo el “Libro rojo” de Mao Tse Tung. Y que recordaba que, como el “Justicialismo” de Juan Domingo Perón en Argentina, pretendía ser la Tercera Vía ---la alternativa entre capitalismo y comunismo--- para los países del Tercer Mundo. Que era, pues, un epicentro de la gran conflagración “fría” entre el capitalismo y el Socialismo del Siglo XX (URSS, China, Cuba), y la búsqueda de una nueva civilización secular y postcapitalista. Me dio la obra en inglés, alemán y castellano con la petición de que volviera a leerla.

En encuentros posteriores me invitó a Trípoli, donde el gobierno del Coronel Gadafi había confirmado la invitación para que visitara el país y que me garantizaba que podía hablar personalmente con el líder de la revolución.

3. Gadafi y los límites del bonapartismo “socialista”

Volví a leer los tres tomos de la obra de Gadafi y a informarme más sobre la situación de la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista del Coronel, y llegué a dos conclusiones: 1. Que las intenciones originales de igualdad social, antiimperialismo burgués y de la Patria Grande Árabe (panarabismo) de Gadafi, eran auténticas --- como en la mayoría de los miembros del coronelísmo árabe inspirado en Gamal Abdel Nasser; pero que su “socialismo natural” no era un paradigma científico capaz de hegemonizar el Movimiento de los No-Alineados del Tercer Mundo y guiarlo contra el imperialismo, ni tampoco, una base teórica adecuada para construir la sociedad postcapitalista; 2. Que su ecléctica teoría (Corán, democracia popular, economía “socialista”) de la democracia directa había quedado en Libia, en el papel. Que a tres décadas de la declaración de la Yamahiriya no había construido el poder popular en Libia, sino un régimen autocrático que navegaba sin rumbo civilizatorio en las aguas negras de la Tercera Vía que, al fin y al cabo, son las aguas negras del capitalismo.

4. Lecciones del fracaso de Gaddafi

Las lecciones de los levantamientos en el mundo árabe, el Magreb y el Mashreq, y del fracaso de Gadafi, son evidentes.

1. No hay Tercera Vía entre capitalismo y socialismo. Aunque la idea es muy popular entre militares progresistas-nacionalistas de América Latina y del Mundo Árabe (Perón, Gadafi, et al.), no es más que una ideología pequeñoburguesa sin fundamento científico alguno. La gente que la usa es o ilusionista (el bonapartismo) o manipuladora (Tony Blair, Anthony Giddens et al.).

2. Cuando una fuerza social o estatal progresista toma el poder con la intención de llegar a la sociedad postcapitalista (socialismo), necesita disponer de o desarrollar un proyecto estratégico racional y científico de transformación que guía su praxis política. Asimismo, tiene que mantener su carácter de vanguardia, lo que solo es posible con una auténtica y significativa participación protagónica de las masas.
Donde no se dan esas condiciones, el sujeto de transformación involuciona y retorna a formas feudales del ejercicio del poder ---entre ellas, la transferencia monárquica del poder a los hijos de la dinastía fundadora, la prohibición de criticar al Rey y la exclusión fáctica del poder de las masas--- como vemos en los regímenes postnasseristas árabes (Mubarak, Quaddafi, Al-Assad) y también, en el Socialismo del Siglo XX, como en Corea del Norte y Rumania.

3. El problema estructural de los levantamientos en el Magreb y Mashreq, detrás de las causas inmediatas del desempleo, la inflación, etc., es el problema generacional. Ningún líder revolucionario socialista ha formulado con más claridad ese “falla geográfica” de las revoluciones, por donde hace erupción la energía transformadora, que Mao Tse Tung. Cuando la nueva generación no asimila y defiende los valores de la generación fundadora, no hay fuerza en el mundo capaz de sostener los regímenes construidos sobre ellos, reflexionaba el líder de la Revolución China. Esa verdad es confirmada hoy día nuevamente en la región árabe, donde el orden regional de la post-guerra fría se derrumba y el castigo de la historia a los sistemas que no evolucionan se evidencia: tanto al coronelismo progresista, como antes al Socialismo del Siglo XX.

4. La lección para los intelectuales es que hay momentos en que hay que rechazar las dulces mieles de las ofertas de los Estados ---premios, cámaras, prebendas financieras y, sobre todo, poder--- sea el Estado que sea. Todos los gobiernos pretenden cooptar a la intelligentsia y no escatiman incentivos para lograrlo. El intelectual crítico debe mantener su independencia ante ese constante peligro de erosión moral.

5. Y los pueblos deben evitar la trampa de la dependencia intelectual y cooptación de los líderes y gobiernos siguiendo la consigna de la Ilustración: Autoridad, discurso y proyecto, que no pueden sustentar su racionalidad y legitimidad, pierden el derecho a gobernar.

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